lunes, 24 de enero de 2011

Pequeños actos de desobediencia civil

Llevo muchos días dándole vueltas a este texto, sabía de que trata pero no sabía como escribirlo,me refiero al orden de las ideas, la profundidad, el sentido, y aún ahora que finalmente lo voy a publicar no las tengo todas conmigo, como cuando dudas si pedir ese beso o tratar de tomarlo. Divago, como es costumbre.

Lo primero es explicar ¿que es un pequeño acto de desobediencia civil? Bueno, pues es eso, la ejecución de una acción menor que se sale del común denominador, de lo “establecido”, algo que impacte en el espacio inmediato en que vive quien lo realiza. En su libro Psicomagia, Jodorowski habla de “actos poéticos” y explica que la inspiración de ello era algo que su padre, dueño de una bonetería hacía (si usted no sabe que es una bonetería vaya al tumbaburros, con cuidado no se vaya a hacer daño, aquí le espero) consistía en dejar las puntas de los calcetines salidas del cajón donde los guardaba, así daba la impresión de estar lleno a tope, aún cuando solo tuviera unos cuantos pares, eso daba la impresión al comprador de acudir a un lugar permanentemente bien surtido y probablemente, con esta falsa idea, volvería.

En el mismo libro, Jodorowski cuenta que en una ocasión con un amigo, idearon como acto poético caminar en linea recta durante X periodo de tiempo, ingeniándoselas para avanzar sin cambiar, en la medida de lo posible la linea recta en cuestión, cuenta pues que debieron subir a árboles y postes, pedir permiso para cruzar casas, etc. Pues algo así es un Pequeño Acto de Desobediencia Civil.

¿Es un movimiento cultural o contracultural de escala internacional? Si, no lo encabezo yo y de hecho se lleva a cabo desde hace mucho tiempo, osea que reconozco no ser un innovador, de muchas formas y con muchos nombres. Lo realizan quienes en fecha determinada suben al metro sin pantalones o los grupos de cantantes que en medio de un área de comida rápida empiezan a interpretar una pieza de música clásica sumándose de uno en uno a la interpretación.

Pero no hay que confundirlo con una forma de protesta o apoyo a algo, se trata como ya dije de un acto poético, yo lo considero una manifestación de vida, de existencia. Una vez más uso a Jodorowski para explicarme, el dijo en alguna ocasión que le gustaba Marilyn Manson porque era diferente, y se refería a la homogeneidad de la China de Mao en la que todos llevaban su libro rojo en la mano, o la Alemania Nazi en que todos desfilaban con los brazos levantados.

Hoy en día vivimos (me incluyo) con la vista en una pantalla, del smartphone, la(s) computadora(s), el iPod, la televisión, al menos en el DF el tráfico es tan demencial que puedes leer y enviar correos, mensajear, checar tu tuiter y tu feisbuc mientras el auto de enfrente avanza unos centímetros. No digo que vivamos en estado de enajenación, como más de un apocalíptico pensaría, pero entre el trabajo, los desplazamientos y la pantallización (sic) convivimos menos cara a cara. El asunto es, que en estos Pequeños Actos de Desobediencia Civil yo he encontrado otra forma de decir -aún se pensar fuera de la caja de la vida “normal y diaria”- me gusta hacer que otros vuelvan la mirada o vuelvan a mirar (aún cuando me vean raro) creyendo haberse equivocado en su percepción.

Esto es una explicación para algunas personas que me han preguntado por estos actos, también es una invitación a hacer los propios, y sólo señalo que para mi la única regla es no agredir a otros. Por lo limitado de espacio y tiempo he usado mi persona como marco de mis actos, Vgr. Usar tenis inmaculadamente blancos con pantalón de vestir para ir a la oficina; usar una mancuernillas de las teclas Ctrl y Z (una tecla en cada puño); de vez en cuando uso un sombrero tipo Ferraro negro, creanme la elegancia de un buen sombrero puede extrañar a muchos, este en particular fue inspirado por este artículo de Pérez Reverte; usar gazné, de seda como Mauricio Garcés y otras tantas similares.

Finalmente, el nombre que le doy “Pequeños Actos de Desobediencia Civil” proviene de un libro de Fabrizio Mejía Madrid, publicado en 1996, recuerdo que desde la primera vez que vi la portada la mano pachona de la conciencia atrapo mis neuronas y desde entonces se que quiero hacer eso en mi vida; al margen el libro es excelente, narrativa fluida y un texto que ayuda a recordar a quienes lo vivieron conscientemente las grandes crisis de los 80-90 y a que otros conozcamos mejor esa parte de la historia reciente del país. Pero ya estoy divagando de nuevo, en fin, aquí la mencionada portada.

From LA MARCHA DEL ÚLTIMO ELEFANTE