El trabajo en el que me encuentro desde febrero del 2007 es sumamente absorbente, al grado que lenta, pero inexorablemente, uno se va alejando de los amigos, de la farra y de la familia. Si se tiene la fortuna que yo tuve, en este lugar se encontrará a una nueva "familia", compañeros que se convierten, con el tiempo, en amigos y en poco tiempo en confidentes y algo así como primos. Te acostumbras a verlos durante todo el día 5 veces por semana, comes, bebes, pasas las buenas y las malas en un lugar donde hay ocasiones en que pasas más de 12 horas continuas, soportar el estres propio de una oficina como esta y no mentarte la madre cada 10 minutos, es señal inequivoca de que existe una relación sumamente sana y de amistad entre los miembros del equipo.
Así fue esta oficina durante poco más de dos años, solo hubo una salida en 2007 de un miembro del equipo original, se resintió pero la familia de la Crujia "L" siguió funcionando perfectamente, pese a todo y todos (en especial el gran jefe), seguimos operando, sacando el trabajo de una excelente forma. Sin embargo, este año la situación se volvió insostenible, el jefe decidió despedir a una persona y dos más de las piezas originales, renunciaron, saliendo de no muy buena forma.
Había sonado la trompeta del apocalipsis para esta familia, era cuestión de tiempo, y así fue, el viernes pasado despedimos al Efra, encontró un lugar donde estará mejor, en todos los aspectos, es un reto, pero también es un reconocimiento del exterior a sus meritos, a los galardones ganados en esta oficina durante poco más de cuatro años y medio.
La oficina perdió a un colaborador de primer nivel, nosotros nos quedamos sin un amigo, a nivel personal merece todo mi aprecio y cariño, fue mi segundo maestro en las artes de la administración pública (el primero es mi padre), me apoyó junto con Sergio en un momento en el que el jefe no estaba muy seguro de mi funcionalidad aquí. Apoyo incondicional no solo en la oficina, sino en momentos personales muy cabrón (méndigas viejas), al fín y al cabo unos años mayor que yo, siempre supo aconsejar (que yo fuera un pendejo y no siempre aplicara sus consejos es otra cosa). Siempre dispuesto para salir a fumar o ir por el café, aún más para comer y beber; hermano en el whiskey y el ron.
La amistad no se acaba, nos seguiremos viendo, pero hoy que me asomo por encima de mi perrera se que no estará ahí, no responderá la bola de papel que arroje a su lugar, no correrán los albures y chistes manchados, ya no escucharemos sus gritos y gruñidos porque algo no está saliendo como quiere, ni el llamado de "fumemos" cuando haya desenredado el entuerto del día. Ya solo quedamos tres de los siete que mejor conviviamos.
No tengo problema en admitir que me da miedo saber que en algún momento otro miembro se irá, y en un acto de egoismo quiero ser yo quien empaque y empiece en otro lugar. Me parece que era Hemmingway quien decía (más o menos) que el paraiso le gustaba por el clima y el infierno por la compañía; este infierno ha sido tolerable (en especial este año) por la compañía, pero el que cada vez quedemos menos alarga el tamaño de las flamas.
No se quien siga en esta linea de caídos, pero no le queda mucho tiempo de existencia a la Crujia "L", y lo siento, porque fue un gran lugar para trabajar y vivir.
Así fue esta oficina durante poco más de dos años, solo hubo una salida en 2007 de un miembro del equipo original, se resintió pero la familia de la Crujia "L" siguió funcionando perfectamente, pese a todo y todos (en especial el gran jefe), seguimos operando, sacando el trabajo de una excelente forma. Sin embargo, este año la situación se volvió insostenible, el jefe decidió despedir a una persona y dos más de las piezas originales, renunciaron, saliendo de no muy buena forma.
Había sonado la trompeta del apocalipsis para esta familia, era cuestión de tiempo, y así fue, el viernes pasado despedimos al Efra, encontró un lugar donde estará mejor, en todos los aspectos, es un reto, pero también es un reconocimiento del exterior a sus meritos, a los galardones ganados en esta oficina durante poco más de cuatro años y medio.
La oficina perdió a un colaborador de primer nivel, nosotros nos quedamos sin un amigo, a nivel personal merece todo mi aprecio y cariño, fue mi segundo maestro en las artes de la administración pública (el primero es mi padre), me apoyó junto con Sergio en un momento en el que el jefe no estaba muy seguro de mi funcionalidad aquí. Apoyo incondicional no solo en la oficina, sino en momentos personales muy cabrón (méndigas viejas), al fín y al cabo unos años mayor que yo, siempre supo aconsejar (que yo fuera un pendejo y no siempre aplicara sus consejos es otra cosa). Siempre dispuesto para salir a fumar o ir por el café, aún más para comer y beber; hermano en el whiskey y el ron.
La amistad no se acaba, nos seguiremos viendo, pero hoy que me asomo por encima de mi perrera se que no estará ahí, no responderá la bola de papel que arroje a su lugar, no correrán los albures y chistes manchados, ya no escucharemos sus gritos y gruñidos porque algo no está saliendo como quiere, ni el llamado de "fumemos" cuando haya desenredado el entuerto del día. Ya solo quedamos tres de los siete que mejor conviviamos.
No tengo problema en admitir que me da miedo saber que en algún momento otro miembro se irá, y en un acto de egoismo quiero ser yo quien empaque y empiece en otro lugar. Me parece que era Hemmingway quien decía (más o menos) que el paraiso le gustaba por el clima y el infierno por la compañía; este infierno ha sido tolerable (en especial este año) por la compañía, pero el que cada vez quedemos menos alarga el tamaño de las flamas.
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