lunes, 1 de octubre de 2007

ABUELO PT.1

El abuelo fue comerciante, tenía su ferretería en Tacubaya. Eran tiempos en que los negocios familiares prosperaban en lugar de irse al carajo como ahora, sin embargo no era labor sencilla, había que viajar constantemente para comprar varios artículos. En una ocasión le llamaron de Veracruz, habían quedado 50 zapa picos sin vender de un barco español, después de llamar a algunos clientes y colocar la mercancía salió al puerto, muchas horas de viaje en autobus, hotelitos baratos e itacates preparados por la abuela y sus hijas para no sacrificar las ganancias.

Otros días era Oaxaca o Chiapas, siempre ahorrando, para invertirle a la milpa, a los cerdos y gallinas, cuando el campo era negocio y no pobreza. De los dos negocios salió para las vacaciones a Cuba, los bailes en el Salón México, las fiestas de 15 años, primera comunión y bodas de las hijas, internado de monjas para dos, viaje a Canada para la más chica, carro para otra, solapar los vicios y aficiones del mayor, para el Impala verde del abuelo (8 cilindros, señal de respeto a los motores y desprecio por la gasolina), los vestidos y joyas de la abuela. A costa de dolores de espalda por los comodísimos asientos de los camiones, perdida del oído por el ruido del motor, delgadez marcada por las malpasadas, así vivía el abuelo.

El terreno era enorme, con una milpa en la cual mis primos y yo nos perdíamos lugar ideal para volar papalotes cuando levantaban la siembra, escuchar el gruñido de los cerdos en su corral, los gallos en la mañana, ahí los huevos si eran frescos y sin modificaciones genéticas, la milpa estaba bordeada por nopaleras (aún quedan un par de pencas en la casa) grandes nopales y tunas rojas sumamente dulces.

Pero de todos esos viajes siempre había algo más que dinero para la casa, tarros de cerveza con autos antiguos pintados a mano, mascaras michoacanas talladas en madera, caviar y cognac (fino el abuelo), mezcal (el abuelo lo apreciaba antes de que fuera moda), casimires para que le hicieran sus trajes, seda y raso para los vestidos de la abuela, muñecas, pequeñas cazuelas y vasijas para las hijas.

El hijo menor, el que aprendió a hablar inglés para entender y cantar las canciones de los doors, de los vétales, de iron butterfly, el que bailaba bien, el que le pegó al Impala por culpa del hermano mayor, el que era maltratado por la abuela, el murió. La regla de “los padres no deben sepultar a los hijos” se rompió.

Las hijas se casaron y poco a poco el abuelo fue dividiendo sus tierras para que todos tuvieran donde construir su casa, solo a la menor le vendió el terreno, porque para ella sería la casa principal cuando ellos murieran. El mayor de los hijos perdió su parte en el divorcio, la mayor se quedo con el terreno más grande, lo que fuera la milpa y los corrales, a la menor el abuelo le mando transplantar la mayoría de los árboles frutales al terreno que le vendió, otra se casó, su esposo le construyó casa y luego se divorciaron dejándole todo a ella, el solo quería su libertad y tener hijos.

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